Los empleados migrantes de ferias ambulantes de EE.UU., la mayoría de ellos hispa nos, trabajan una media de 15 horas al día, con un salario de entre 3 y 4 dólares por hora y sin equipamientos de seguridad, según denunció un informe publicado por el Centro de los Derechos del Migrante.

La presentación del informe en Washington contó con el testigo de dos extrabajadores mexicanos de ferias, quienes explicaron cómo al llegar a EE.UU. se encontraron con unas condiciones laborales y unos sueldos que “nada tenían que ver” con lo que les habían prometido cuando fueron reclutados en México.

“Primero nos dijeron que ganaríamos entre 7,5 y 8 dólares por hora. Sin embargo, una vez con la visa, la cantidad cambió a 500 dólares por quincena. Finalmente, cobramos 240 dólares por 17 días de trabajo”, explicó Leonardo Cortés, natural de Zacatecas.

 “La jornada empezaba a las 8 con la limpieza de las instalaciones de la feria, disponíamos de un descanso a las 2 para comer y luego, a las 4 de la tarde se ponían en marcha las atracciones, de modo que ya no parábamos hasta la una de la madrugada”, relató Cortés, quien ha realizado este tipo de trabajos durante más de seis años.

 Se trata de empleados que montan, operan y desmontan las atracciones y casetas de las ferias ambulantes, la mayoría de los cuales se desplazan para trabajar durante las épocas de buen tiempo con una visa del tipo H-2B, destinadas a trabajadores migrantes.

Denuncian riesgos laborales y estafas

 Según datos del Departamento de Trabajo, unas 66.000 visas de este tipo son expedidas cada año (el 83 % de ellas a trabajadores mexicanos), de las que, en 2012, aproximadamente unas 5.000 fueron a parar en manos de empleados de ferias.

 “Tuve que pedir dinero a mis familiares para tramitar el pasaporte y el visado. Una vez con el pasaporte, el reclutador nos dijo que el salario sería de cinco dólares por hora y nos trasladamos a Delaware”, explicó Martín Dávila, vecino de Zacatecas.

 “Jamás vimos un contrato por escrito y trabajamos de 14 a 15 horas diarias, muchas veces en temperaturas extremas, ya fuesen de calor o frío”, prosiguió el exempleado de ferias, quien también indicó que en ningún momento se le facilitaron a él o a sus compañeros cascos, arneses, gafas o zapatos de trabajo. “Corríamos riesgos”, reconoció.

 Las experiencias de Cortés y Dávila se corresponden con la de los otros 23 empleados o exempleados entrevistados en profundidad por el Centro de los Derechos del Migrante, todos ellos con experiencia en, por lo menos, 11 o más ferias distintas.