P- Hola Tía Lechis yo no creí que te iba a escribir para esto, pero el otro día mi hijo me abrazó y me dijo: “lo bueno es que tú sí estás bien rellena de amor”.

No pues me dejó con la boca abierta, ¡ya qué le decía! Yo era bien flaca y creí que era normal hacerse más llenita con el tiempo, pero después de esa joya que me aventó mi hijito y el dolor de rodillas que traigo, ya me está dando miedo. ¿Tía y si reviento? ¿Qué hago?

C- Me gusta que no pierdes el sentido del humor ¡Qué bien! Me dices más cosas en tu carta como que aquí en este país sí se come y uno anda corriendo siempre. Tienes razón, generalmente se come en abundancia y tenemos que aprender a poner atención en las cantidades porque todo es gigante y ya no nos damos cuenta.

No estamos acostumbrados a eso y dicen que ¿A quién le dan pan que llore? Pero acá hay mucho pan. Nadie te va a decir, por tu estatura y tu físico, “eso es mucha comida, es mucha grasa, mucha azúcar”. Al revés, te doy 2×1, te aumento el tamaño de tu comida, te agrando la bebida y qué decimos nosotros: ¡vengamos tu reino!

Agarra a tus hijos y llévatelos al parque, pero no te sientes nada más a verlos jugar, dales el regalo del ejemplo y herédales el buen hábito del ejercicio, eso es vida. Calidad de vida.

¿Algo así te pasa a ti?

Cuéntame o pregunta cómo
le hace La Tía Lechis

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