Santa Ana Noche de alma y sentimiento
|Luis Arritola Miniondas
La ciudad de Santa Ana se dividió en dos tipos de personas el pasado sábado por la noche: Los que estaban en la Bomba, la Jarana y el Fandango,… y los que no.
Santa Ana fue también por una noche -en alma y sentimiento- Puerto Rico y Veracruz. Y si me apuran a decirlo diré entonces que fue una noche única, irrepetible, ‘once in a life time’ como dicen los gabachos.
Además, la ciudad santanera fue la sede de la calidez y el sudor de un numeroso grupo de la diáspora puertorriqueña que reside en California, quienes no pararon de bailar la Bomba, y bien: Empezando por losniños quienes vistieron en traje típico boricua, a la usanza del batey.
La danza y música de la Bomba tiene robustas raíces africanas. La palabra viene del nombre del tambor que usaban los negros africanos: Bamboula, que se castellanizó como Bomba. En la danza, los movimientos del baile sugieren un ritual coreografiado que invoca a los Orishas.
La Bomba da lugar al Bombazo, la fiesta en la que se toca, canta y baila Bomba. La Bomba es un baile colectivo en el que cada danzante toma turno para bailar frente a los barriles de cuero con los que se percute su ritmo
seductor.
El canto tradicional y el lamento borincano de rebelión por igualdad y libertad, son un compás improvisado que sigue el hipnótico batir de los barriles de cuero.
Realizado por el Centro Cultural de México en Santa Ana, el restaurante Calacas y la Iglesia Episcopal Mesías, el Bombazo fue la cuarta ocasión en el que se reúnen además fotografía, talleres de introducción y enseñanza de la Bomba y el Son Jarocho, como un acto artístico de conservación de las más profundas raíces latinoamericanas y afroantillanas, en una noche de Bombazo que concluyó en Fandango pleno de sones y cantos de Jarana.
Música, danza y comida de a $1 el taco con tres salsas a escoger, de aguacate, chipotle y chile de árbol. Como es el Costumbre, el fandango se trasladó a la casa de Carolina Sarmiento, donde prosiguió hasta altas horas de la noche.