Se supone que en una relación amorosa se comparten sentimientos, secretos y experiencias. Sin embargo, a veces —más que algunos pecadillos románticos—el dinero que se posee o se debe se convierte en el secreto más difícil de confesar. Pero al convivir con tu pareja, no sólo vas a compartir las sábanas, sino también el tema íntimo de tus finanzas.
¿Cómo se va a pagar el alquiler o la hipoteca? ¿De cuál cuenta bancaria saldrán las mensualidades y seguros de los automóviles, el presupuesto de los alimentos o los gastos de entretenimiento y las vacaciones? ¿De qué manera se va a salir de esas deudas de tarjetas que parecen no acabarse nunca? Si antes de escoger con tu pareja el apartamento o casa donde van a iniciar una vida en común, ambos no se han sentado a responder con honestidad preguntas como las anteriores, ¡el nido de amor se convertirá rápidamente en un escenario de acaloradas discusiones! Igual que según el viejo refrán “las cuentas claras conservan la amistad”… también conservan el amor.
Decisiones compartidas
Si deseas que tu vida en pareja sea saludable, lo primero quetienes que decidir con tu medianaranja es cómo se harán los pagos del presupuesto del hogar. A muchas parejas les resulta contribuir equitativamente, sin importar que uno de los dos gane considerablemente más dinero que el otro.
Esta variante permite, de una manera transparente, que cada cual sea responsable de las deudas contraídas con anterioridad, mientras cumple con sus nuevas obligaciones.
Por otra parte, otras parejas prefieren unir todos los ingresos percibidos en una sola cuenta, siguiendo las tradiciones de padres y abuelos en las familias estables. Si ese el caso, y todavía no has contraído matrimonio, podrías protegerte con algunas formalidades legales a través de contratos bajados de Internet, donde se establece cómo quedaría una potencial repartición de bienes y dinero en caso de que las cosas no salgan como habías planificado.
Por supuesto, antes de tomar la decisión de unir todos tus ingresos con tu pareja, échale un vistazo a sus hábitos de gastos y madurez financiera en la época en que aun no convivía contigo. ¡Es mejor precaver a tener que lamentar!
Deudas del pasado,
dolor cabeza del futuro
La convivencia impone responsabilidades financieras compartidas. Sin embargo, son muchas las personas que llegan a la vida de otra con grandes deudas del pasado, como pueden ser préstamos estudiantiles, un negocio que no prosperó o hasta una factura de hospital.
Muchas personas se avergüenzan al tocar el tema. No seas una de ellas ni permitas que tampoco lo sea tu pareja. Tal como exiges la honestidad en el amor, hazlo con la financiera, porque las consecuencias de una omisión o una mentira acabarán inevitablemente con la relación.
Comunicación, también con los números
No es casual que el divorcio por razones financieras sea uno de los principales factores de la estadística de que casi el 50% de los matrimonios en EE.UU. termina en divorcio. Las parejas (no casadas) que se separan por las mismas razones son imposibles de computar.
Uno de los errores mayores que cometen las parejas es no comunicarse adecuadamente cuando del tema financiero se trata. Es preferible expresar tu opinión sobre cómo marchan las finanzas del hogar, hacer propuestas de cómo se debe manejar mejor el dinero, qué priorizar, cómo satisfacer los intereses de ambos, etc., que exponerse al desgaste de las peleas casi diarias que no aportan nada para resolver las situaciones de crisis.
Muchos de nuestros hábitos financieros los aprendimos de nuestros padres. Compartir las experiencias del hogar donde creciste y escuchar las de tu pareja puede ayudar a comprender las diferencias entre ambos y a encontrar un punto en común en el cual basar una estrategia financiera. Si bien al dinero lo relacionamos con algo tan frío como los números, no es menos cierto que también tiene que ver con las emociones debido a los estados de ánimo que puede provocar.