Hay políticos locales que se adjudican los cambios y mejoras de la ciudad de Santa Ana por los pasados 20 años. Pero mientras se discute el alcance y veracidad de esa afirmación, asistimos al 20 aniversario de El Centro Cultural de México, espacio artístico y educativo que por dos décadas y una generación entera ha propiciado un clima cultural que ha impactado la vida diaria de Santa Ana.

Para poner el tema en perspectiva, Miniondas conversó con Socorro Sarmiento, fundadora de “El Centro” junto a un pequeño grupo de promotores culturales de la comunidad, como es mejor conocido el espacio cultural que lleva como lema “cuando la cultura muere, la gente muere…”.

Miniondas: Difícil de resumir, pero ¿cuál ha sido la vida del Centro Cultural en estos 20 años?

Socorro Sarmiento: Estás preguntando del proceso histórico de El Centro. Como empezó El Centro hace veinte años es radicalmente distinto a lo que es ahora. Hace 20 años lo único que quería hacer es motivar a la gente a sobrevivir en un ambiente muy hostil que teníamos en ese momento.

Estábamos más motivados en fortalecer la identidad y el orgullo. En esa época organizábamos eventos culturales como traer a la banda de Zacatecas con el apoyo de la Federación de zacatecanos, veíamos a la gente llorando cuando tocaba la banda; y los jueves de cultura en Santa Ana en colaboración con UC Irvine para presentar conferencias de García Márquez, de Neruda, Sor Juana Inés de la Cruz; las Noches de Bolero, etc. Era como decir “¡Hey, vamos a disfrutar de quienes somos, de nuestro idioma, de nuestra cultura, es un espacio para disfrutar de nosotros mismos sin ningún control.

MO: Hay una segunda generación al mando del Centro Cultural. ¿En qué consiste ese cambio generacional?

SS: Hay un cambio radical desde que empezó El Centro. Entonces éramos un grupo pequeño, había una mesa directiva que decidía lo que se hacía o no se hacía, y era relativamente fácil porque se nos ocurría algo a los cinco, estábamos de acuerdo y lo hacíamos, desde la logística y los boletos a los permisos, el caso es que se armaba. Yo decía ¡qué fácil!, pero era la necesidad de la comunidad de sentir algo propio, no el grupito de cinco de El Centro Cultural.

Pasó el tiempo y empieza a entrar esta nueva generación de jóvenes que no están de acuerdo con una estructura vertical, piramidal, con un dirigente en la punta que toma las decisiones, sino que quieren una estructura horizontal en el que haya más participación fuera de protagonismos, no querían un director sino que las decisiones fueran colectivas y compartidas.

No sabes qué refrescante fue para mí ver la fuerza e impulso con estas nuevas ideas. He aprendido… ¡cada día aprendo en El Centro!, como que te revisas a ti misma, yo pensaba que tenía muchas cosas que decir, pero me decían ‘es que no tienes que hablar tanto, tienes que dejar a los demás. Mientras más hables tú y des tus opiniones, menos dejas que los demás participen’.

Y la regla para mí entonces fue ¡te callas!, porque lo importante es escuchar a los que nunca hablan, que lo importante es que participen los demás no “el líder, el representante”, sino que todos lo son. Es la clave de porque El Centro ha crecido y ha presionado a los políticos locales a cambiar sus actitudes.

MO: ¿Cuánta gente está involucra en El Centro, en cuántos programas, de qué tipo?

SS: Antes éramos cinco o seis gentes en El Centro los que organizábamos y venían cientos. Hay organizaciones no-lucrativas que reciben buenos fondos y están desapareciendo, El Centro está creciendo. Cada clase podría ser un Centro, me motiva. La clase de Son jarocho podría ser el Centro Cultural por sí misma, tiene todo el componente de participación comunitaria, también la clase Azteca, y la de Folclórico, y la de guitarra, la de Cumbia es por sí misma un ente autónomo.

Esa autonomía de los grupos y la posibilidad de extenderse y crecer sin límites es una de las fuerzas de El Centro. Como decimos, es un mundo donde todos los mundos son posibles.