El Salvador sin salvadoreños

La violencia del crimen organizado en América Central no sólo deja víctimas de asesinatos, asaltos y extorsiones; también son vulnerados los desplazados, aquellos que huyen de sus pueblos porque les asesinaron a un familiar o por algún otro hecho que les hace temer por sus vidas.

Según reporte, uno de cada tres salvadoreños vive como expatriado en algún lugar del mundo, solo a Estados Unidos ingresan 276 cada día, esto los ha convertido en el grupo hispano más grande después de los mexicanos. En los años ochenta migraban por la guerra civil, hoy en día les mueven razones igualmente crueles.

“La diáspora salvadoreña de hoy en día se caracteriza por estar huyendo del de- rramamiento de sangre, del hambre y de la impunidad” asegura la socióloga Gilma Pérez.
Ochenta por ciento de los migrantes son jóvenes, los más educados, algo que está generando desequilibrios demográficos que ponen en riesgo el futuro del país.

“No hay en población suficiente que se haga cargo del desarrollo porque buena parte de la población en edad de trabajar está en otro lugar”, afirmó el vicecanciller Juan José García.
Casi la mitad de los migrantes salvadoreños son mujeres, según el sacerdote me- xicano Alejandro Solalinde, eso las expone aún más.

“Ellas son la mercancía más codiciada, el producto que la delincuencia y las mafias no perdonan”, afirmó Solalinde, que ha destacado en México por una gran campaña a favor de los migrantes.
Sin embargo, los peligros palidecen ante la realidad económica y social de El Salvador.

Atrás, los migrantes dejan niños en abandono, ancianos desvalidos, empresas sin mano de obra y un futuro que pinta muy sombrío.