La mujer “plena”: Las películas y la publicidad en la TV nos muestran a la “mujer realizada o plena”: trabaja en forma eficiente fuera de casa, en el hogar atiende a su marido y cuida a sus hijos. En “sus ratos libres” practica algún deporte para mantenerse delgada y va a la peluquería pues tiene una cena a la noche.

Generalmente la realidad no es tan así. En el trabajo debe luchar en forma desigual en un mundo masculinizado. Al salir del trabajo hay que hacer las compras del super: el dulce que falta en el desayuno, el regalito para el cumpleaños del amiguito del nene, la crema de afei- tar para el marido… Al llegar a la casa muchas veces hay que corregir lo que hizo la empleada. -Los exámenes de los chicos que ya llegan otra vez!, y como el padre le dijo que atienda un poco más esa parte, hay que revi-sar los deberes y tomarles la lección.La mujer que trabaja

También preparar los uniformes para mañana, con ese barro que no sale, ponerlos en el secarropas, pues con la lluvia no se secan. “¿Qué hay para cenar?”, preguntan mientras miran la tele. Claro que al final llega la hora de acostarse y descansar… si es que no viene el chico con: “Mamá, para mañana tengo que llevar un cuaderno de 50 hojas… forrado”.

Después de todo eso surgen los dolores en el cuello y la espalda, algunos tics nerviosos, dificultades para conciliar el sueño. Claro que siempre está la voz sabia del que aconseja: “Lo que pasa es que te preocupas dema- siado por las cosas, trata de relajarte”.

Un costo muy alto: Sin te-mor a equivocarnos podemos decir que el “precio” de salir a trabajar es elevado. La mujer sigue con la responsabi- lidad de atender la casa y la familia.

A nadie se le ocurre hoy plantearse el hecho de si es conveniente o no que la mujer trabaje. Algunas lo hacen por necesidad, otras por desarrollar sus intereses personales o profesionales. Pero mientras van adquiriendo nuevos roles, éstos se suman a los anteriores.

Para ser una madre es primordial entregar amor al niño en una actitud tranquila y satisfecha. Si al quedarse en casa lo hace con resentimientos y frustración, que atribuye concretamente a los “sacrificios” que debe hacer por el hijo, la compañía que entrega, estar hecha sin alegría y no ser fuente de seguridad afectiva.