Lila Downs en Segerstrom HallIsrael González Miniondas/FarándulaUSA
“Una cruz de madera de la más corriente/Esto es lo que pido cuando yo me muera/Yo no quiero lujos ni mesas de adobe/No quiero una caja que valga millones/Lo único que quiero es que canten canciones/Que sea una fiesta la muerte de un pobre” –Cruz de Madera, Lila Downs
La iluminación del Renee and Segerstrom Concert Hall se fue tornando cada vez más tenue y de pronto empezó todo. Un haz de luz al centro del escenario anticipó la primera interpretación «Una Cruz de Madera», con la que Lila Downs la voz mixteca tocó piso y le hizo saber a la audiencia de qué se trataba esa noche.
“Una cruz de madera” es el cuarto track de la producción más reciente de una de las voces más singulares y representativas de México en el género del World Music: “Balas y Chocolate”, que originalmente estaba destinada a llamarse “Balas de chocolate” en referencia a “El Día de los Muertos” y la acostumbre transgeneracional de confeccionar calaveras de chocolate para las ofrendas de muerto.
Lila arrancó una primera ola de aplausos y silbidos de júbilo. Apareció vestida con sus características prendas oaxaqueñas en versión postmoderna, como una Frida Kahlo revisitada, ataviada con tocados florales de rosas y cempaxúchitl que evocan los rituales prehispánicos en honor “a los que se nos adelantaron” en el viaje. Portaba en la mano una sonaja envuelta en un paliacate con la que en medio del aroma del copal purificó la atmósfera en una ceremonia rodeada de chinelos, la parodia indígena a los conquistadores europeos.
Como foro artístico, el Renee and Segerstrom Concert Hall, en el Orange County Performing Arts Center de Costa Mesa, permite exponer expresiones culturales como las que interpreta Lila Downs con su privilegiada voz de contralto, a la vez pesada y aterciopeladamente oscura, tocando el alma y los espíritus de la audiencia asiática y anglosajona con líricas que –si bien no necesariamente entienden por estar interpretadas en español, maya, mixteco o zapoteco- se hunden en la profundidad de las raíces ancestrales prehispánicas y del subconsciente colectivo.
Lila aprovechó para cantar en la mayor parte del concierto los temas de su nueva producción: “La Patria Madrina”, “Humito de copal”, “Son de Difuntos” y “Viene la Muerte Echando Rasero”, líricas ad hoc para la noche del fin de semana previo al “Día de los Muertos”, y por supuesto el tema “Balas y Chocolate”, del que dijo, “El concepto es que le llamas “Balas y Chocolate” a cosas que están vivas: Estamos entre esas ideas las balas y los excesos, pero el chocolate también recuerda y simboliza nuestra fuerza; es un poco como el maíz representa lo que somos los mexicanos, y en las culturas Maya y Olmeca esto es muy importante”, por ello el cacao –el ingrediente principal del chocolate- era el oro, el dinero en la época prehispánica.
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Lila Downs en Día de los Muertos | Hollywood Forever Cemetery
Las de Lila son canciones que hablan de desigualdades e injusticias, de lucha y resistencia, de esperanza y de un futuro mejor, de echarle ganas a la vida, en “Patria Madrina” –que grabó al alimón con Juanes- comienza diciendo “Hoy me levanté con el ojo pegado/ya mire el infierno, ya mire las noticias/ fosas, muertos, daña madre naturaleza/ambición, poder y a mí me agarró la depre”, se refiere al daño que los humanos y las grandes corporaciones multinacionales de la energía le hacen a la Pachamama, Gea, la Madre Tierra.
Era Noche de Muertos, de recordar el polvo del que estamos hechos y al hecho de que la parca, la huesuda, la calaca tilica y flaca, a todos nos toca parejo, como en la letra de «Viene la muerte echando Rasero» que reza: “Viene la muerte echando rasero/se lleva al joven, también al viejo/la muerte viene echando parejo/no se le escapa ni un pasajero”.
Pero con Lila -aun sin ser temporada de Día de Muertos- no puede faltar que le pidan, que le supliquen, que le exijan a gritos que cante “La Llorona” y el “Dios Nunca Muere”, con las que la audiencia se embelesa con la intensidad de la interpretación de Lila de líneas bellamente escritas:
“Salías del templo un día, Llorona, Cuando al pasar yo te vi/Hermoso huipil llevabas, Llorona, Que la Virgen te creí… La pena y lo que no es pena, Llorona, Todo es pena para mí/Ayer penaba por verte, Llorona/Y hoy peno porque te vi…/ Ay de mí, Llorona, Llorona, Llorona del campo santo…”.
El tiempo avanzó y la ceremonia llegaba a su fin cuando Lila nos condujo con su voz a otro momento mágico, quizá a un monte de la sierra mazateca, un lugar remoto para el Ladino y tan familiar para el oaxaqueño, donde se reúnen los chamanes a comer la Carne de Dios, las plantas-poder, la hierba del diablo y el “humito”, a probar mezcal y mezcalito bajo el cielo azul y las elevadas nubes blancas.
Parecía el final, las luces del escenario se apagaron, los músicos hacían como que se retiraban, y el Segerstrom entero hizo su tarea de hacer cimbrar el recinto al grito de «¡otra, otra, otra!». Ante la urgencia colectiva Lila salió a rematar el Mitote en el que los dioses del panteón azteca, los chilenos y hasta la mismísima muerte salieron a bailar «La cumbia del mole», terminando con vitalidad la fiesta de la muerte.
Fuente: Miniondas/FarándulaUSA
Foto: Israel González Miniondas/FarándulaUSA