Crónica de Fe y Esperanza

Los milagros existen

|Luis Arritola Miniondas

Antonia Viramontes lleva 52 años rea- lizando 46 días de rosario antes del cumpleaños de la Virgen de Guadalupe. La costumbre la inició en su natal Jerez, Zacatecas, tras haber leído en un libro de oraciones que requería hacer ese número de rosarios iniciando desde los últimos días de octubre, durante todo noviembre y hasta el 12 de diciembre.

La añeja costumbre es en agradecimiento por los favores recibidos durante el año, para lo que dispone una cena el día del cumpleaños de Guadalupe con tamales, ensaladas y canelitas. Pero regresando a 1961 en Jerez, Antonia recuerda que las oraciones “las empecé a hacer yo sola, a escondidas, porque pensaba que mi mamá me iba a regañar. Pero es que yo lo siento, lo necesito”.

Y es que la relación de Antonia con la Virgen de Guadalupe es intensa y profunda, plagada de un rosario de grandes favores que Antonia no duda en llamar “milagros”. Uno de ellos fue con una hija enferma con un tumor en el estómago, “tenía solo el 5% de posibilidades de que quedara bien”, y cuando la ciencia se dio por vencida a Antonia solo le quedó “la Fe y la Esperanza”.

Así que “prometí vestir a mi hija con el manto de la Virgen y hacer público el milagro”. Lo que sucedió poco tiempo después ante el asombro de propios y extraños, principalmente de los médicos. Otro milagro “más que grande”, fue cuando la familia andaba “arreglando papeles” para su residencia en Estados Unidos.

Al ser siete de familia en tramitación, el cónsul de Estados unidos en Guadalajara en los años 1976-1977, los descartó alegando que “serían una carga pública”, pues consideró que había un solo trabajador para sostenerlos, por lo que negaron todas las visas.

Al año siguiente, y tras encomendar el asunto a la virgen de Guadalupe, doña Antonia regresó al consulado americano en Guadalajara para repetir el trámite, valiéndose de una pequeña mentira, “solo yo sabía que no iba a nada, que iba sin cita”, así que al estar ante el cónsul le dijo “vengo a lo que usted diga”. Faltando dos horas para cerrar la oficina el cónsul le pidió copias de documentos “que era casi imposible de lograr”.

Moviéndose, corriendo, apurada hacia el aeropuerto en Guadalajara donde podía sacar las copias requeridas, logró regresar faltando 20 minutos para terminar el plazo, y pasó lo que creía imposible: Las visas para todos en su familia, por lo que ya no fue necesario de que se fuera a Tijuana para intentar cruzar y reunirse con el papá de la familia, “sentí la presencia de la Virgen, por eso creo en los milagros” afirma Antonia.