Por: Maritza Rodríguez

Siempre que llegan estas fechas nos volvemos más sensibles, es como si entráramos a una frecuencia dócil, suave, amable y amorosa. Sentimos que amamos y extrañamos a todos: familia, amigos, situaciones. Es como si todos en unidad entráramos a una burbuja de amor. Queremos compartir, deseamos para nosotros y para el prójimo todas las bendiciones del cielo, es más, hasta le deseamos el bien a nuestro enemigo.

¿Recuerdan que de niños nuestros padres nos decían hay que escribir una carta al niño Dios para que el 25 de diciembre lleguen los regalos? Bueno, esa lista siempre era muy grande, llena de deseos, y aún hoy de adultos la hacemos, pero ya no en papel ni al niño Dios, sino desde el alma al universo.

Si nos sentáramos un momento a reflexionarlo, nos daríamos cuenta que lo que vivimos en estas fechas es muy especial y que el regalo para nuestras vidas no solo llega en diciembre, sino que se nos da todos los días del año. Esta frecuencia de amor y de unidad que vivimos en navidad la perdemos automáticamente el primer día de enero. ¿Por qué? ¿Se lo han preguntado alguna vez? ¿Se han preguntado por qué no vivimos todo el año como si fuera un eterno diciembre?.

En mi opinión, apenas llega el 1 de enero rompemos con la unidad y solo pensamos en el “yo”, en lograr todas nuestras metas, nuestros deseos a costa de lo que sea y entramos en una frecuencia de individualidad, de egoísmo y de trabajo duro, arduo, y físico, olvidando que los mundos superiores están a nuestra disposición para lograr milagros, prosperidad, abundancia y felicidad.

Aprovechemos esta energía especial para pedir que nuestra alma siempre esté conectada a un mundo espiritual cerca al Creador, aprendiendo o recordando cómo manipular los mundos superiores y elevar nuestra conciencia.

No vivamos viendo pasar el año por estaciones, por momentos buenos, malos, dolorosos sin jamás preguntarnos por qué nos pasa lo que nos pasa. ¿Por qué solo vivimos los resultados y no creamos situaciones para experimentar una reacción diferente?

Debemos recordar que hay un poder infinito que es el Creador, fuente de todos los regalos. Busquemos un camino diferente para el próximo año.

A continuación, les comparto mi lista de regalos:

-Aprender a meditar en un nivel mas elevado.

-Saborear realmente el amor al prójimo.

-Liberarme de las ataduras de la lógica.

-Crecer como madre espiritual.

-Nunca desconectarme de la fuente real del Creador.

 ¿Cuál será tu lista para este año? ¿Me la quieres compartir?

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