Con la fantasía del rock de los años 80 por bandera, el ánimo retrospectivo del último trabajo de Dua Lipa («Future Nostalgia») baña también el retorno a la música de Miley Cyrus, quien, tras un período de reconstrucción discográfica y personal, abraza el relato de otras mujeres fuertes de la música pese a las grietas. De la mano de sus grandes iconos (Stevie Nicks, Joan Jett y Debbie Harry… también Billy Idol), lMiley Cyrus presenta «Plastic Hearts» (Sony Music), su séptimo álbum de estudio, que quizás no añade mucho al mundo del pop, por su condición de tributo a una época pasada, ni alcanza el tono prometedor del primer sencillo, «Midnight Sky», pero que se bebe sin esfuerzo y devuelve a la artista como una locomotora.
Plastic Hearts» no es un disco de rock. En todo caso, es un álbum de pop con la vibración del rock y algunos de sus ropajes más fantasiosos: la velocidad, los riffs eléctricos y voladores, coloridos sintetizadores, el inconfundible timbre rasgado de su intérprete que todo lo llena y personaliza.
Con todo, de ese bloque es posible rascar rarezas como «Bad Karma» con Joan Jett (un poco a lo «These Boots Are For Walking» de Nancy Sinatra, con toque «noir») y la balada «Never Be Me», que reúne con Mark Ronson para armar la típica balada de finales de los años 80
Y aún quedan sorpresas entre los temas extras de las ediciones ampliadas, como sus versiones de «Heart of Glass» y «Zombie» de The Cranberries o la remezcla junto a Stevie Nicks de «Midnight Sky»