P- ¿Cómo me quito este coraje? Ya, así de plano Tía Lechis. Todos me dicen que ya es mucho, pero cada vez que me acuerdo lo que me hicieron me da coraje y es como si lo viviera otra vez,
De plano, ¿ya estoy loco o qué tengo?
C-Mi querido ofendido, no estás loco, efectivamente recibiste un agravio, una persona te hizo algo que te dejó un daño. Vamos a desmenusar este asunto. Antes que nada lo que en realidad origina ese daño es dolor. Piénsalo y siéntelo unos segundos. Más allá de lo que las acciones o las palabras te hayan provocado, lo que se cuela dentro de ti, va a lo profundo de tu ser y echa raíces, es el dolor. Y aquí es donde empieza el verdadero problema, quien siente el dolor es el corazón no la cabeza. La cabeza no puede encontrar justificaciones ni razones suficientes de por qué recibimos ese daño, porque quien nos lastimó siempre es alguien que significa algo para nosotros. Es alguien a quien le tenemos cariño, respeto o esperamos algo de esa persona, nos prometió algo o contábamos con su apoyo. Lo duro es que sentimos que nos fallaron, nos dejaron caer, nos traicionaron o peor aún, dejaron de querernos o no nos quieren lo suficiente. ¿Algo así te pasa a ti?