Por: Luis Arritola / Miniondas
Fue recibida en su casa con bombos y platillos por su familia y amistades, haciendo asomar a los vecinos de curiosidad con el estruendo de vuvuzelas, tambores, sonajas y maracas por todo el vecindario. Tanto ruido no era para menos.
Martha Pamela Rivera tiene 22 años de edad y el pasado jueves 30 de mayo, 2013, se graduó de la Maestría en Educación con enfoque en Psicología y Desarrollo Humano, de la Universidad de Harvard. Ella completó sus estudios de postgrado en tan solo 10 meses, cuando la mayoría de los estudiantes de Harvard, elegidos de entre los mejores de las universidades del país, toman un promedio de 2 a 3 años para terminar.
El camino de Pamela hacia su graduación de Harvard no fue en alfombra roja sobre pétalos de rosa. Siendo la mayor de cuatro hermanos, nacida y crecida en la ciudad de Santa Ana en una familia trabajadora de primeros inmigrantes, tuvo casi todo en su contra, incluidos algunos de sus maestros.
Aún tiene muy presente cuando en sus primeros días de estudio en la Orange County High School of the Arts, OCHSA, escuela para privilegiados, dominantemente de blancos ricos de Orange County, su primera calificación fue una ‘F’, grande, ocupando toda la hoja, marcada con notorio círculo rojo, y su maestra le dijo “tu estudiaste en Santa Ana, no esperaba nada mejor de ti”.
Pamela vio a muchos de sus compañeros de minorías étnicas como ella derrumbarse ante el trato discriminatorio recibido en sus propias escuelas, de parte del sordo ‘bullying’ institucional, desertando de la escuela por los comentarios despreciativos de sus maestros y consejeros escolares que les pronosticaban “no vas a poder”, también de sus compañeros de escuela anglos y asiáticos que siempre la volteaban a ver en la discusión en clase sobre asuntos “latinos”, porque ella era “la Mexicana”.
Antes que en Harvard estudió en la Universidad de Chapman, en Orange, California, de los 17 a los 21 años de edad, de donde egresó con dos licenciaturas cursadas simultáneamente en Psicología y Español, con enfoque en Estudios de la Mujer, de 2008 a 2012. Para lograrlo Pamela tomó unidades extra y ya está, para ella fue fácil, lo que para otros es un martirio.
“Yo funciono bajo el caos”, dice Pamela de su carácter y personalidad, luego añade, “pero un caos organizado”. También “soy muy competitiva”, dice, recordando que para ella todo empezó a tomar forma cuando asistió de niña al Orange County Children’s Therapeutic Arts Center (OCCTAC), tomando por años todas las clases de música que ofrecían, aprendiendo a tocar varios instrumentos, piano, flauta, guitarra acústica, jarana, violín, clarinete y arpa, alcanzando nivel profesional en tres de ellos, convirtiéndose en maestra de piano a los 15 años de edad.
“Cuando entré a OCHSA y me pusieron a interpretar una pieza de Chopin me di cuenta de cuan no preparada estaba, así que me puse a practicar 8-10 horas al día hasta que me saliera bien, hasta perfeccionarla, fueron horas y horas de práctica”, recuerda recalcando que “yo nunca tuve un maestro privado y siempre toqué con instrumentos prestados, pero no dejé que mis limitaciones me definieran”.
Con todo y su fortaleza psicológica y emocional, y su espíritu competitivo, el último semestre de la maes-tría en Harvard, acumulando cinco clases cuando el promedio es de dos a tres, además de trabajar de tiempo parcial, entró en crisis, se encontraba abrumada con toda la carga de estudio,exámenes y asignaciones que tenía que cumplir, ya no daba pié con bola, ni encontraba la ‘O’ por lo redondo, se preguntaba si todo ese desgaste “¿vale la pena?”.
Martha Pamela decidió hacer la maestría completa en dos semestres porque calculó que económicamente iba a ser muy dificil para ella estar dos años viviendo en Massachusetts. Ahora está poniendo su mira en dos próximos títulos, uno como abogada con especia- lización en el sistema legal “porque quiero trabajar con los jóvenes latinos encarcelados”.
Explica el aparente giro brusco de timón en su carrera profesional: “Quiero entender el sistema (judicial), para desde ahí ayudarlos con la educación”, pues Pamela se da cuenta que en el sistema judicial en E.U. “ya que entramos, no salimos”. Reflexiona: “Si están allí encarcelados, si los tenemos cautivos, que aprovechen el tiempo y estudien”, para verdaderamente romper el ciclo de caer constantemente a la cárcel.
Su otra meta es un docto- rado en Psicología Educativa “y abogar por los niños especiales”, otra de sus querencias personales, pues en OCCTAC, donde por años convivió casi a diario con niños especiales, aprendió a apreciarlos, a entender el abandono oficial en que se encuentran, y las tantas necesidades que tienen.
Martha Pamela se considera producto de la comunidad, del esfuerzo colectivo encabezado por su mama, Martha Mata, y sus amistades agrupados alrededor de un grupo denominado “Padres en Acción”, que ademas de ayudar a la escuela de niños especiales, hicieron kermeses y venta de comida en los parques públicos de
Santa Ana, para reunir fondos y ayudar a Pamela con los gastos universitarios.
No extraña entonces que para Pamela sus modelos de inspiración no sean necesa- riamente grandes nombres de la historia como César Chávez o la Madre Teresa de Calcuta, sino personajes de su entorno cercano que la empujaron a ir mas allá de sus límites, como la doctora Ana Jiménez-Hami, directora de OCCTAC, quien al ver su talento musical le decía “tu tienes que ir a OCHSA”, y se sentó con ella por semanas para prepararla para ingresar a esa escuela de élite.
También la doctora Anaida Colón Muñiz, de la Universidad de Chapman, que la empujó a entrar becada a ésta prestigiosa universidad privada, y a conseguir todas las ayudas existentes para salir airosa con sus dos licenciaturas.
Y Silvia Hernandez, organizadora sindical de los janitors en el Condado de Orange que le mostró “lo que es tomar un compromiso, no importa que no duerma, o que no coma, ella lo va a hacer”, ellas, dice, fueron sus modelos.
“Me inspira la gente real por lo que hace, por su acción, no por lo que dice, porque hay mucha gente que habla muy bonito y bla-bla-bla”. La maestra Martha Pamela Rivera, cuyo lema en la vida es “prefiero morir de pie que vivir de rodillas”, ahora está lista para empezar “a devolver a la comunidad lo que he recibido de ella”, buscando colocarse como consejera de adolescentes estudiantes para ayudarlos a sortear las barreras y los obstáculos, “porque ya conozco el camino”.