FINAL EUROPA LEAGUE
Agencias Miniondas
Sevilla, como hace siete años en Glasgow, cuando logró su segunda Liga Europa (entonces Copa de la UEFA) ante el Espanyol, volvió a tener de cara la tanda de penales y se llevó su tercer título de campeón de este torneo y además prolongó la maldición del Benfica, que perdió su octava final.
El equipo español estuvo a peor nivel que el Benfica, que no supo transformar en gol las numerosas ocasiones que tuvo y que lo pagó muy caro en la lotería de la tanda de penaltis.
Los pronósticos daban como favorito al equipo que dirige Jorge Jesús, que se presentó en la final después de eliminar a rivales de peso como el Tottenham inglés o en las mismas semifinales al Juventus, pero porque además llegaba como campeón de la Liga lusa, de la Copa de la Liga y clasificado para jugar también la final de la Copa de Portugal.
No obstante, existía la duda del rendimiento con ausencias destacadas por lesión, como la del defensa luso Sílvio y del centrocampista serbio Ljubomir Fejsa, así como la de los sancionados, el argentino Enzo Pérez, su habitual organizador, el también argentino Eduardo Salvio, pero a la postre resultó vencedor en la tanda de penalesLazar Markovic.
Aún así, el equipo lisboeta tomó el mando del partido y exigió mucho al conjunto que entrena Unai Emery, que pronto vio cómo dos jugadores se cargaron con tarjetas amarillas, el central argentino Federico Fazio y el lateral izquierdo Alberto Moreno, éste por una fuerte entrada sobre el serbio Miralem Sulejmani que incluso motivó que el jugador del Benfica fuera sustituido poco después por André Almeida.
El portero portugués del Sevilla, Antonio Alberto Bastos ‘Beto’, tuvo que tapar huecos ante la presencia peligrosa del central argentino Ezequiel Garay antes de que se cumpliera el cuarto de hora y estar muy atento ante un rival que iba a por el partido.
La formación andaluza, con un claro esquema de arroparse atrás y de buscar la oportunidad con la visión de juego del croata Iván Rakitic y la definición del colombiano Carlos Bacca, nunca estuvo a gusto sobre el césped y también pecó en exceso de imprecisiones que le daban vida al adversario.