|Alexis Maldonado Miniondas
Ya es febrero, bueno más de la mitad de febrero, y debo reconocer que me he contagiado de la emoción de la expectativa por la entrada a la universidad de los estudiantes que están por salir de High School. Los días y las noches saben diferente al saber que están esperando una respuesta que puede cambiarles el resto de su destino de vida. Al sensación de “el hoyo en el estomago” que llega en cualquier momento les recuerda que aun no reciben respuesta del Alma Mater a donde hicieron solicitud de aceptación. Las cartas llegan una a una y poco a poco uno a uno va teniendo un lugar y una dirección hacia donde encaminarse. Normalmente pensamos ¡por fin! Ya tengo algo claro. ¿Pero de verdad, recibir una carta de aceptación nos da claridad de mente y de espíritu?
La mayoría de los seres humanos pasamos nuestros primeros años sin un plan real de vida que nos lleve por una dirección específica hacia donde queremos ir. Pero cómo vamos a tener un plan si usualmente no estamos claros ni siquiera hacia a donde queremos ir. Pensamos que entrar a la universidad nos resuelve todo, que ¿a caso no es ese el gran sueño? ¿No se supone que son sólo con transitar por el Campus y tomar clases en sus aulas nos sumergimos y nos embebemos del néctar de la sabiduría sólo destinado a sus hijos pródigos? La realidad es que eso es lo que nos gusta pensar pero en usualmente la mayoría de los estudiantes llegan ahí sin tener la menor idea de lo que significa ser estudiante. Aunque para ese punto los estudiantes ya llevan varios años de práctica, esta se ha limitado a seguir instrucciones, a copiar, a memorizar, a recibir fragmentos de información; una metodología que los limita para obtener un aprendizaje profundo. Ese sistema es justo lo contrario a lo que se esperaría de un estudiante universitario.
¿Pero que se espera de él? ¡Que tenga pasión! Sin pasión no se llega a nada. Pasión por descubrir, pasión por llegar al fondo de la verdad. Se necesita sed de entender y hambre de poder encontrar una explicación a lo que nos rodea. Necesita tener un espíritu fuerte para preguntar y preguntar para elaborar así su propio conocimiento. Tiene que ser revolucionario para no quejarse sin atreverse a cambiar lo que no le gusta. Es comprometerse a tener no sólo un cambio individual sino social. Si yo soy mejor, mi sociedad es mejor. Es no perder la claridad de especializarse bajo el rigor científico pero sin perder de vista que el resultado final tiene que tener contenido humano. Ser responsable de encontrar siempre la forma de vincular la teoría con la práctica. También es ser humilde para aceptar que por mas que aprenda no tengo el conocimiento absoluto. Ser estudiante significa ser el protagonista de su propia carrera universitaria, es decir que tome las riendas de su formación superior. Es ser agradecido por recibir el privilegio de la educación.
Ahora que reflexionamos que ser estudiante significa mucho más que ir a la universidad tomar apuntes, estudiar y aprobar exámenes, que en el mejor de los casos los lleve a obtener un titulo que los deje sentirse orgullosos y porque no hasta presumir de haberlo logrado. Nos lleva a reconocer que ser estudiante es cultivarse y formarse en todas las áreas del individuo, filosófico, ético, psicológico y sociológico. El verdadero logro es saber que hacer con eso que conseguimos, es tener una dirección y un plan a ejecutar que nos lleve a encumbrarnos en una vida de satisfacciones, felicidad y estabilidad. Una vida que de sentido a todo por lo que hemos trabajado tan duro.
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